El asco es una emoción básica, se expresa como un desagrado fuerte hacia algo, con sensaciones de repugnancia que sentimos hacia una reputación u objeto. Vamos a ver cómo se manifiesta.

El asco se considera la emoción primaria que surge ante estímulos o situaciones que producen asco y rechazo. Se clasifica como una emoción primaria porque su principal función es mejorar la capacidad de supervivencia, nos aleja de estímulos que pueden ser peligrosos y pueden dañarnos. Aun así, se asocia a funciones morales relacionadas con la moral y los valores, por lo que se aprende y adquiere siendo relevante para nuestro entorno.

Veamos los tipos de asco:

Asco por supervivencia

Como ya hemos dicho, la causa básica o primaria de la aversión tiene que ver con la supervivencia, reduciendo el riesgo de consumir o acercarse a estímulos potencialmente peligrosos. Como tal, la característica se considera innata y muestra una tendencia a emerger antes.

Las características de los estímulos aversivos más frecuentes son: olor desagradable, sabor agrio, tacto pegajoso… Los elementos que vemos que combinan estas variables y por tanto nos provocan aversión pueden ser desechos o basura, heces, comida en mal estado. Como decíamos, mientras que el estado que produce aversión es negativo, se piensa que su presencia es funcional porque nos protege del peligro.

 

Aversión a los desechos corporales

Como mencionamos en el punto anterior, se piensa que la aversión a los desechos corporales como la orina, las heces, el vómito o la mucosidad es una respuesta adaptativa que ayuda a proteger nuestra salud.

Los rasgos que emiten estos estímulos son captados por nuestro organismo, produciéndose una respuesta aversiva negativa que nos facilita alejarnos de ellos y evitarlos. Si bien todo tipo de desechos corporales son propensos a la repugnancia, esta repugnancia aumenta si pertenecen a un objeto desconocido.

Disgustado por la falta de higiene

El asco por falta de higiene precede a la percepción de falta de limpieza y puede referirse a personas sucias y descuidadas o lugares insalubres y con mucha suciedad, en ambos casos el objeto se niega a permanecer cerca de ellos y hace cualquier cosa para evitar su presencia. Las sensaciones más estrechamente asociadas a estas situaciones son los olores desagradables o la visión de algo que despierta nuestro disgusto.

Asco ante la enfermedad

La aversión a la enfermedad o infección se activa por percepciones de una persona o por estímulos que nos pueden transmitir la patología.

Por tanto, cualquier señal de que un individuo muestre que es portador de la patología actúa como una señal de alarma, creando una sensación de asco que nos impide acercarnos o alejarnos del estímulo o individuo.

Entonces vemos que el asco también es adaptativo en este caso y muestra una función de supervivencia que nos aleja de los objetos que pueden infectarnos y enfermarnos.

A  ciertos animales

El sentimiento de asco que desarrollan en nosotros ciertos animales también puede estar relacionado con respuestas de supervivencia, ya que normalmente los animales que nos dan asco son aquellos que pueden ser peligrosos, pueden contagiarnos de alguna enfermedad, o indicar falta de higiene o pobreza, como en la comida Aparecen gusanos.

El asco hacia los animales también está relacionado con las fobias que nos pueden inducir algunos animales, ya que se ha visto que la causa de dichas fobias puede ser el asco, explicando así su rechazo hacia nosotros.

Asco moral

La aversión moral se diferencia de la anterior en que no es innata, sino que se establece y se aprende por razones morales, esta aversión se adquiere con la experiencia e influencia del entorno del objeto, por lo que surge posteriormente.

En este caso, los estímulos inductores de aversión no son potencialmente dañinos para nuestra salud, y aunque son aversivos y potencialmente dañinos para el sujeto, la repulsión que producen es funcional y nos aleja de ellos.

Por ejemplo, nos disgustan ciertos comentarios que pueden decir algunas personas, ciertos comportamientos que percibimos como negativos o actitudes hacia ciertos temas.

Estos estímulos entran en conflicto con nuestros valores y creencias, que muchas veces se asocian con los valores y la ética de la sociedad y la cultura que nos rodea.

Las emociones que nos produce tienen poco que ver con la supervivencia, aunque nos aleja de personas que pueden ser peligrosas y causarnos daño, como un asesino o un violador.

Odio algo de sexo

Nuestra aversión a ciertos comportamientos sexuales puede provenir de cierto tipo de comportamientos sexuales que no son de nuestro agrado o que pueden ser perjudiciales para nuestra salud.

Así, podemos relacionar esta función aversiva con la supervivencia, aunque también puede mostrar influencias culturales y ambientales, ya que las experiencias sexuales están correlacionadas y también influenciadas por la sociedad en la que vivimos.

Por lo tanto, prácticas peligrosas e inseguras, como no usar preservativo o tener relaciones con objetos que no conocemos, o prácticas que pueden no ser de nuestro agrado y están asociadas a un determinado fetiche, pueden provocar asco.

Aversión a la comida en mal estado

El asco que provoca la comida de inferior calidad está relacionado con el instinto de supervivencia. Señales de que percibimos que la comida ya no es comestible, como un olor desagradable, una consistencia diferente, un cambio de color o un sabor desagradable, son señales de que nos está causando daño y no debemos comerla.

Este asco también se observa en los animales y se manifiesta de forma innata, y también refuerza la sociedad y el entorno de las personas, ayudándoles a saber distinguir entre la buena comida y la mala comida.

Aversión a los patógenos

La aversión a los patógenos crea aversión a los estímulos que pueden contener virus o bacterias que pueden infectar y enfermar nuestro cuerpo.

Los parásitos son organismos que viven en las criaturas que se alimentan de ellos, por lo que cuando observamos que el alimento está en mal estado, si hay algún indicio de que la criatura está presente, lo mejor es no comerlo. De esta forma, el sentimiento de asco vuelve a asociarse con la vida y la muerte del sujeto.

Aversión a las heridas o reacciones en la piel

Esta aversión también exhibe una función adaptativa que reduce el riesgo de enfermarse y afectar nuestra salud. Los sujetos desarrollan repugnancia y rechazo ante heridas potencialmente infectadas o reacciones o cambios en la piel, como verrugas o herpes, lo que nos lleva a buscar ayuda profesional e intentar remediarlo y curarlo.

Disgusto interpersonal

La aversión interpersonal está relacionada con las relaciones con otros sujetos y con conductas antihigiénicas que pueden afectar nuestra salud.

Así que cepillarnos con el cepillo de dientes de otra persona o comer caramelos o chicles que otra persona ya ha masticado nos enferma.

Estas acciones promueven la propagación de infecciones o enfermedades y, por lo tanto, se consideran antihigiénicas. Como era de esperar, el asco aumenta si se desconoce el objeto en cuestión.

Equipo Psiquiatras Online

 

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