La primavera es una época del año muy esperada para nuestro hemisferio, que se convierte además en un anhelado respiro y aliento de vida después de vivir un año muy difícil, confinados en nuestros hogares. 

Una situación inesperada que nos encontró desprevenidos, dando por hecho que la vida que teníamos seguiría por siempre así, Pero fuimos sorprendidos y comenzaron a aflorar así, emociones y sentimientos, muchas veces desconocidos y que no sabíamos cómo manejar.

Como seres humanos contamos con un complejo cerebro que posee una zona llamada sistema límbico, el cual es el encargado de recibir los estímulos externos y darnos una primera pauta sobre la cual poder dar una respuesta al ambiente. 

Este sistema maravilloso tiene muchísimos años de evolución y tiene por tarea principal ayudarnos a sobrevivir y adaptarnos. Y es muy eficiente en ello. Por ende, muchas veces, nuestro sistema más consciente y racional, más joven también, que a su vez es un poco más lento y necesita un poco más de tiempo para activarse, no logra agregar sus comentarios, por lo cual, actuamos de forma automática, intensa y muy rápidamente, para ponernos a salvo. 

Así estamos “programados”. Daniel Coleman en su libro La Inteligencia Emocional dice, “es como si en nuestros nervios hubieran quedado grabadas tendencias innatas y automáticas del corazón humano”.

Las que se apoderan de nosotros en momentos difíciles, de tensión y conflicto, para guiarnos, son nuestras emociones. Existen 4 emociones básicas: Miedo, Rabia, Alegría y Tristeza. Cada una de ellas ofrece una disposición definida para actuar y nos entregan un impulso especial, señalándonos hacia dónde dirigirnos, permitiéndonos así ocuparnos de los desafíos que la vida humana nos presenta.

Un destacado psicólogo estadounidense, Ben Bahar, señalaba que una de las principales formas de no tener emociones era pasando a mejor vida y señalaba que no es posible poder dominarlas, pero sí trabajar sobre ellas. 

Reconocerlas e identificarlas de forma consciente. Decidir cómo queremos responder y reaccionar a las situaciones que se nos presentan en la vida cotidiana, pero para ello necesitamos ejercitar y practicar nuevas maneras de pensar. 

Esto es posible al mirar nuestra vida, reconocernos, valorarnos y tener la genuina intención de querer estar cada día más cerca de nuestras potencialidades, talentos, habilidades y de nuestros sueños. 

Una de las cosas positivas de esta larga cuarentena es que nos ha dado tiempo para reflexionar y decidir cómo queremos seguir viviendo nuestra vida. Abandonar los automatismos y las certezas rígidas. 

Que estos nuevos rayos de sol nos den el calor y la fuerza que necesitamos para poder levantarnos, renovados.

Psicóloga Daniela Weaver

Equipo Psiquiatras Online

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