• Augusto Leguía Sur 79, of. 407, Las Condes, Santiago de Chile

¿Por qué olvidamos cosas dolorosas (y por qué a veces no podemos)?

El cerebro humano tiene una capacidad extraordinaria para protegernos. Una de sus estrategias más complejas —y a la vez más malinterpretadas— es el olvido selectivo. No es raro escuchar frases como “yo bloqueé eso por completo” o “no recuerdo nada de mi infancia”. Y no es simple descuido. Es un mecanismo de defensa. La mente, cuando algo duele demasiado, puede elegir no recordarlo. No porque no haya pasado, sino porque recordarlo sería demasiado abrumador.

Pero también ocurre lo contrario: hay recuerdos dolorosos que, por más que se intente, no desaparecen. Se quedan ahí, insistentes, como una película que se repite sin pausa. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué algunas heridas se borran y otras no nos dejan en paz?

Olvidar no siempre es olvidar: a veces es sobrevivir

Cuando atravesamos una experiencia traumática —sobre todo en la infancia— el cerebro puede “almacenar” esa información en compartimentos emocionales que no están conectados a la memoria lineal. No es que el recuerdo se destruya: se guarda de forma distinta. El cuerpo puede recordarlo (a través de síntomas físicos, ansiedad o hipervigilancia), incluso cuando la mente lo ha silenciado.

Este tipo de olvido es una forma de sobrevivir. El sistema nervioso, al sentirse desbordado, apaga ciertas áreas cerebrales para protegerte. El problema es que, al crecer, esos recuerdos empiezan a filtrarse de otras maneras: sueños recurrentes, reacciones desproporcionadas, miedos irracionales o una tristeza que parece no tener causa.

Y, por otro lado, hay experiencias que no se pueden olvidar porque no han sido elaboradas. Siguen activas en la memoria emocional, no porque quieras revivirlas, sino porque tu sistema aún las percibe como una amenaza no resuelta. Es como si tu mente repitiera: “aún no estamos a salvo”.

Recordar no siempre sana, pero evitarlo tampoco

La solución no está en forzarte a recordar, ni en reprimir lo que ya está presente. Está en acompañarte emocionalmente para que, si el recuerdo aparece, puedas sostenerlo. Y si no aparece, puedas confiar en que tu mente sabe por qué no lo muestra aún. Lo importante no es recordar todo, sino aprender a vivir en paz con lo que sí está.

En terapia trabajamos para ayudarte a integrar la memoria emocional, sin invadirte ni forzarte. A veces sanar no es reconstruir el pasado con exactitud, sino validar lo que sentiste, lo que faltó, lo que dolió. Aunque no puedas ponerle una imagen clara.

Si sientes que algo dentro de ti pesa sin explicación, que tienes vacíos que incomodan o que ciertos recuerdos te persiguen sin tregua, no estás solo. Y no estás fallando.

Equipo Psiquiatras Online


Agenda aquí
  • ONLINE
  • PRESENCIAL
× ¿Necesitas ayuda?