No hay nada que nos prepare para la muerte de una persona amada, pero tampoco nada que nos prepare para lo que venga luego. Cuando alguien muere, deja una vida que tenemos que cerrar y la gestión de estos detalles duelen.

El ritual funerario ayuda a expresar lo que sentimos y a trabajarlo.

Función de los rituales funerarios

En Antígona, Sófocles relata cómo Creonte, el nuevo gobernante de Tebas, decidió castigar a Polinesis por su rebelión impidiéndole recibir un entierro digno. Ordenó que lo dejaran sin enterrar en el campo de batalla para que los animales lo devoraran.

Antígona, una de las hermanas de Polines, desafió las órdenes de Creonte y celebró un funeral por su hermano. Para Antígona, no tener esos funerales era tan inmoral e insoportable que no dudó en hacerlo, aun cuando arriesgó su vida. La mayoría de nosotros estamos de acuerdo con Antígona y sentimos la necesidad de un acompañamiento final.

No es solo un ritual para calmar el alma. Un estudio realizado por la Universidad de Cambridge demuestra que los funerales también involucran al cuerpo y nos ayudan a manejar mejor el dolor y el sufrimiento a través de la expresión física. Esto nos muestra que el duelo debe sentirse en todos los niveles para no quedarse estancado en esa etapa.

Sirve para reconocer la realidad y que la muerte no puede evitarse

Cuando se nos va un ser querido, nuestra primera reacción suele ser la negación. Podemos entender de modo racional que la persona se ha ido, pero no lo aceptamos emocionalmente. Rechazamos esa realidad porque es demasiado dolorosa para nosotros.

Los funerales son el punto de partida para ayudarnos a comprender y aceptar la muerte. Ponerse en contacto con el servicio funerario, establecer la hora, planificar la ceremonia, ver el cuerpo y finalmente tocar el ataúd nos lleva al final de nuestra muerte. Este es el primer paso para comenzar a aceptar la realidad de la muerte en nuestros corazones.

Se expresa dolor y sufrimiento por la pérdida

Cuando nos enfrentamos a un hecho especialmente doloroso, podemos poner en práctica mecanismos de defensa que acaban siendo barreras para afrontar lo sucedido. Por ejemplo, esconderse en el trabajo es una estrategia común para evitar el dolor. Sin embargo, los funerales nos «obligan» a tomar un descanso y centrarnos en la muerte y en cómo nos sentimos.

Es recuerdo a los muertos

Otra función de los funerales es ayudarnos a cambiar nuestra relación con el difunto. Nos dan un tiempo y un lugar para detenernos y pensar en los momentos que compartimos con esa persona para que podamos comenzar a traducir su presencia física en recuerdos.

Los funerales nos invitan a centrarnos en nuestra relación con esa persona y compartir esos recuerdos con los demás. A menudo, esto nos ayuda a ver a esa persona desde una perspectiva diferente y de alguna manera apaga su imagen, ubicándola en un lugar más íntimo de nuestra memoria. De hecho, cuanto más podamos «contar historias», más fácil será aceptar nuestro dolor.

Consigues apoyo de terceros

Los funerales son una forma de expresar lo que sentimos por la muerte de un ser querido. También proporcionan un lugar público para ofrecer apoyo a los demás y obtener apoyo en el duelo. En ese lugar se reconstruyó nuestra red de apoyo y nos dimos cuenta de que no estábamos del todo solos en el sufrimiento.

De hecho, en los funerales «se nos permite» abrazarnos, tocarnos y consolarnos unos a otros. Cuando las palabras son insuficientes o insuficientes para expresar nuestros sentimientos, recurrimos a las expresiones emocionales más básicas. Estos signos físicos de apoyo nos dan consuelo y pueden tener enormes poderes curativos.

Creas una nueva identidad

Todos somos seres sociales, y nuestras vidas están ligadas a las vidas de quienes nos rodean. Somos hijos, padres, esposos, amigos, hermanos… Cuando muere alguien cercano a nosotros, tenemos que redefinir quiénes somos. El proceso también puede ser doloroso. Nos apenamos no solo por aquellos que nos abandonaron, sino también por la parte de nosotros que se perdió.

Una vez más, los funerales ayudan a comenzar a reconstruir nuestras nuevas identidades. De hecho, a menudo marcan el comienzo de una nueva vida social sin esa persona. Como tales, nos permiten dar los primeros pasos para redescubrir nuevos lugares en estas relaciones sociales y encontrar nuevos significados para nuestras vidas.

En definitiva, los rituales funerarios marcan una transición en la que se enfatiza la irreversibilidad de la muerte, a la vez que suponen un punto de partida para la recuperación. Dar un último respeto a un ser querido puede ayudarnos a vivir en paz y reconciliarnos con la vida. Empezamos a abrazar el dolor de la pérdida y empezamos a sanar.

Equipo Psiquiatras Online

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