Hay noches en las que intentas dormir, pero tu cabeza no coopera, das vueltas, repasas lo que dijiste, lo que no hiciste, lo que podría pasar mañana. Y aunque sabes que pensar tanto no sirve, no eres capaz de detenerte.
Los pensamientos intrusivos son esas ideas que aparecen sin permiso, molestas, como si tu mente se convirtiera en un lugar ruidoso del que no puedes salir. No estás loco ni perdido; estás saturado. Y hay formas de calmarlo.
Cuando pensar se vuelve agotador
Los pensamientos intrusivos se dan en momentos de estrés o ansiedad, producto de una mente sobrecargada, que intenta tener control sobre todo.
A veces llegan con miedo (“¿y si algo malo pasa?”), con culpa (“no debí decir eso”) o con duda constante (“¿y si me equivoco?”). Y cuanto más intentas no pensar en ello, más fuerte se vuelve.
No puedes forzar el silencio mental, pero sí aprender a bajarle el volumen.
En consulta, muchos dicen: “mi cabeza no se apaga nunca”. La clave no está en pelear con los pensamientos, está en cambiar tu relación con ellos. No son órdenes, son solo ideas.
Cómo calmar la mente sin forzarla
- Si intentas suprimirlo, regresa más fuerte, reconócelo, respira y déjalo pasar como si fuera una nube que cruza el cielo.
- Observa lo que te rodea: sonidos, colores, respiración. La mente no puede quedarse atrapada en el pasado o el futuro si estás conectado con el ahora.
- El exceso de estímulos mantiene tu cerebro encendido, apaga las notificaciones, reduce pantallas y permítete momentos de silencio.
- Escribe lo que piensas sin censura. A veces, vaciar la mente en papel es la manera más efectiva de soltar.
- Si los pensamientos se vuelven invasivos o alteran tu descanso, la terapia cognitivo-conductual identifica los patrones que los sostienen y a recuperar el control.
Tu mente no es tu enemiga, te proteges.
Equipo Psiquiatras Online


