Ser visto no es solo que te miren. Es que reconozcan tu existencia, tus emociones, tu valor. Muchas personas cargan con una herida profunda: la de haber pasado desapercibidas emocionalmente en sus relaciones más importantes. La infancia, sobre todo, es un momento en que ser ignorado deja marcas invisibles… pero duraderas.
El vacío de la mirada que no llegó
Quizás creciste con padres ocupados, fríos o emocionalmente ausentes. Tal vez fuiste el hijo que “nunca daba problemas” y por eso nadie notaba tu malestar. O el adolescente que gritaba con actitudes lo que no podía expresar con palabras. Cuando no somos vistos, empezamos a creer que no importamos. Que lo que sentimos no cuenta. Que necesitamos hacer algo extraordinario —ser perfectos, ser útiles, ser amables todo el tiempo— para que alguien nos mire de verdad.
Esta herida se arrastra. En la adultez, puedes seguir buscando desesperadamente validación, aceptando migajas emocionales, o sintiéndote profundamente solo incluso en compañía. Porque en el fondo, sigues esperando que alguien te vea como no lo hicieron antes.
Validarte también es una forma de sanar
Sanar esta herida empieza por reconocerte tú. Por darte a ti lo que nadie supo darte. No se trata de exigirte más, sino de mirarte con honestidad: ¿Qué necesito que alguien vea de mí? ¿Qué parte mía sigo escondiendo por miedo a ser ignorado otra vez?
Puedes empezar con gestos pequeños: hablar con alguien de confianza, escribir lo que nunca dijiste, o mirarte al espejo y validar tus emociones. Tu historia merece ser contada, y tú mereces ser visto sin tener que esforzarte tanto.
Si llevas años sintiendo que nadie te ve del todo, agenda una hora con nosotros. Podemos ayudarte a reconstruir tu valor desde adentro, donde nadie podrá volver a apagarlo.
Equipo Psiquiatras Online