Cuando hablamos de “heridas de abandono”, solemos imaginar escenas claras: un padre que se va, una madre ausente, una separación abrupta. Pero la herida de abandono va más allá de la ausencia física. Puede formarse incluso en contextos donde nadie se fue, donde todo parecía estar bien. Porque no es la ausencia visible la que más duele, sino la emocional: estar ahí y no ser mirado, no ser sostenido, no ser importante.
Muchas personas viven con esta herida sin saberlo. Han aprendido a vincularse desde la necesidad de no molestar, de no necesitar, de no pedir. Son quienes siempre están para todos, pero no saben pedir nada para sí. Quienes temen ser una carga y viven en constante alerta afectiva, esperando inconscientemente que en algún momento los dejen.
Cuando el abandono es emocional, pero silencioso
Una de las formas más invisibles del abandono es crecer en un entorno emocionalmente inaccesible. Tal vez tus padres estaban físicamente presentes, pero emocionalmente ausentes. No sabían cómo nombrar tus emociones, no te contenían en tus momentos de dolor o no validaban tus necesidades afectivas. O quizás solo te prestaban atención si cumplías con ciertas expectativas.
En esos contextos, el niño internaliza una idea muy dolorosa: “mi presencia no basta para que me amen”. Y esa idea queda guardada en lo más profundo. En la adultez, se traduce en miedo al rechazo, hipervigilancia emocional, dificultad para poner límites, necesidad de aprobación constante, o vínculos donde se repite la misma sensación de vacío.
Muchas personas con esta herida no la reconocen porque nunca “les faltó nada”. Pero no se trata de cosas. Se trata de sostén emocional, de sentirse visto y seguro. El abandono emocional deja huellas silenciosas, pero profundas.
Sanar la herida es dejar de abandonarte tú también
La sanación de esta herida no pasa por encontrar culpables, sino por asumir una verdad incómoda: a veces, nos seguimos tratando como nos trataron. Nos ignoramos, nos exigimos más de lo que damos, y nos abandonamos a nosotros mismos en nombre de los demás. Seguimos actuando como si necesitar fuera peligroso, como si pedir fuera perder.
En terapia trabajamos para ayudarte a volver a ti. A reconocer cuándo estás operando desde la herida y no desde el presente. A permitirte sentirte digno de cuidado, aunque nadie te lo haya enseñado. A construir relaciones donde puedas ser visto sin miedo, sostenido sin culpa.
Si sientes que das más de lo que recibes, que te cuesta confiar o que el amor te genera más ansiedad que calma, es posible que no hayas sido realmente abandonado… pero sí herido por una forma silenciosa de abandono.
Equipo Psiquiatras Online