Hay personas que parecen hacerlo todo bien, que nunca se equivocan, siempre tienen una meta más, pero detrás de esa imagen de control, muchas veces se esconde un cansancio profundo, una voz interna que no deja de exigir. Esa mezcla entre perfeccionismo y ansiedad termina en una prisión invisible: nunca es suficiente, ni el trabajo, ni el cuerpo, ni el amor, ni tú mismo.
Y lo más duro es que, aunque logres lo que te propones, la mente nunca descansa. Siempre hay algo más que “deberías haber hecho mejor”.
Cuando la exigencia te roba la paz
El perfeccionismo no es lo mismo que buscar la excelencia, nace del deseo de crecer; el perfeccionismo, del miedo a fallar. La ansiedad aparece porque tu mente vive en constante vigilancia: revisa, compara, teme decepcionar, cada error se siente como una amenaza, cada crítica como una herida. Y lo paradójico es que cuanto más te esfuerzas por controlar, más pierdes la calma.
En consulta, muchos pacientes dicen: “si bajo el ritmo, todo se derrumba”. Pero la verdad es que lo que se derrumba es la idea de control total. El perfeccionismo se alimenta de una creencia falsa: que tu valor depende de lo que logras. Pero no se trata de merecer amor, es de permitirte humanidad.
Cómo liberarte del miedo a fallar
- No es rendirte, es soltar la ilusión de hacerlo todo bien. Equivocarte no te hace menos; te hace real.
- Cada vez que tu mente diga “debo hacerlo perfecto”, pregúntale: “¿qué pasaría si no lo fuera?”. Casi siempre, la respuesta es nada grave.
- El descanso es productividad emocional. No necesitas ganarte el derecho a parar.
- La terapia ayuda a equilibrar tus estándares, a reducir la ansiedad y a construir una autoestima que no dependa del rendimiento.
Equipo Psiquiatras Online


