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El impacto del bullying más allá de la escuela: heridas que se arrastran a la adultez

El bullying no termina cuando suenan las campanas de salida ni se queda en los pasillos de la escuela. Muchas de las personas que fueron víctimas de acoso escolar continúan cargando con esas heridas emocionales en la adultez. El problema es que, aunque las burlas o agresiones ya no estén presentes, las huellas que dejaron siguen influyendo en la forma de relacionarse, en la autoestima y en la manera de enfrentar la vida.

Bullying: una herida que no siempre cicatriza

El bullying es un tipo de violencia psicológica, verbal o física que, al repetirse en el tiempo, genera un daño profundo en quien lo sufre. Lo que comienza como burlas, exclusión o intimidación, se convierte en un mensaje constante de “no eres suficiente”, “no encajas” o “no vales”.

Cuando este mensaje se instala en la mente de un niño o adolescente, puede acompañarlo durante años. Así, un adulto que vivió bullying en su infancia puede desarrollar inseguridad, miedo al rechazo, dificultad para confiar o una necesidad excesiva de aprobación. No se trata de debilidad, sino de las consecuencias de haber sido expuesto a un entorno hostil en una etapa de desarrollo crucial.

Además, estas experiencias no procesadas pueden aumentar el riesgo de ansiedad, depresión, problemas de autoestima y hasta dificultades en la vida laboral o de pareja. El bullying, en muchos casos, no se supera con el simple paso del tiempo: necesita ser abordado.

Señales de que el bullying dejó huella en tu vida adulta

Algunas conductas y sensaciones actuales pueden estar relacionadas con experiencias de acoso vividas en la infancia o adolescencia. Entre ellas:

  • Baja autoestima persistente: dificultad para reconocer tus logros o valor personal.
  • Miedo excesivo al juicio ajeno: temor constante a ser criticado o ridiculizado.
  • Evitar situaciones sociales: preferir el aislamiento por inseguridad o desconfianza.
  • Perfeccionismo extremo: necesidad de demostrar constantemente tu valía para sentirte aceptado.
  • Ansiedad o depresión: emociones que parecen no tener explicación clara, pero que se relacionan con heridas pasadas.
  • Relaciones difíciles: problemas para poner límites o temor a mostrar vulnerabilidad.

Estas señales no significan que el bullying te definió, pero sí que dejó marcas que pueden estar influyendo en tu presente. Reconocerlas es el primer paso para sanar.

El bullying no debería marcar tu vida para siempre. Aunque el dolor haya sido real y profundo, es posible trabajar en esas heridas, resignificar la experiencia y recuperar la confianza en ti mismo.

Si sientes que lo vivido en tu infancia sigue afectando tu presente, no estás solo. Con acompañamiento profesional puedes transformar ese dolor en fortaleza. Te invitamos a pedir hora con nosotros y dar el primer paso hacia una vida más libre y plena.

Equipo Psiquiatras Online


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