Entre las inseguridades que pueden afectar a las mujeres embarazadas, la posibilidad de sufrir un cuadro de depresión posparto es una de las que más suele aparecer mencionada, pero al mismo tiempo una de las que menos se comenta, ya sea públicamente o en el círculo de confianza de la futura madre, porque cuando se presenta suele venir asociada a fuertes sentimientos de culpa y ansiedad ante la sensación de no poder hacerse cargo correctamente del bebé. 

Muchas veces esta situación se agrava cuando la mujer se siente cuestionada desde el rol tradicional de madre en nuestra cultura, que no espera otra cosa que una abnegación total de la mujer en su maternidad, al costo de postergarse en otras áreas de su vida. 

Con todo, debemos considerar que una de cada diez mujeres sufrirá depresión posparto, y esta posibilidad se ve incrementada de manera importante en madres con antecedentes familiares, o que hayan presentado este trastorno en embarazos anteriores. Un cuadro de depresión posparto puede presentarse tan pronto como a los pocos días del parto, o permanecer de forma asintomática y aparecer hasta un año después del nacimiento. 

Por otra parte, el no contar con una apropiada red de apoyo para la madre y su hijo es también un factor de riesgo importante a considerar. Es por eso que está demostrado que la depresión posparto presenta una mayor prevalencia en embarazos no planificados, madres solteras, menores de 20 años o que atraviesen por problemas domésticos, laborales o financieros u otro factor de estrés durante el embarazo. 

Los síntomas de la depresión posparto son los mismos que los que presenta cualquier otro cuadro depresivo, y de la misma manera pueden ir variando en intensidad de leves a moderados. Junto con una falta general de energía y un decaimiento emocional que persisten 15 días o más, la depresión ocasiona la pérdida de la capacidad de disfrutar de las cosas que la persona disfrutaba regularmente -algo que los médicos conocemos como anhedonia- y generalmente se acompaña de un retraimiento social que se intensifica de forma progresiva. 

Pero en el caso particular de la depresión posparto, este cuadro no sólo afecta a quien lo padece, sino también al recién nacido, ya que la madre que padece este trastorno puede llegar a descuidar al bebé, sentir temor de quedarse sola con él, no desarrollar apego o generar rechazo afectivo, e incluso en cuadros severos llegar a atentar en su contra. 

Entre los tres a diez días del nacimiento se produce un reacomodo importante de las hormonas estrógeno y progesterona, razón por la cual cerca de dos tercios de las mujeres en el mundo aseguran sentir una considerable baja de ánimo durante ese periodo, que muchas veces se confunde con un cuadro de depresión posparto, ya que se manifiesta a través de  síntomas específicos similares. En casos como este, no está de más consultar con un especialista para prevenir que el cuadro pudiera seguir profundizándose. 

La prevención de la depresión postparto no sólo es crucial para la madre, ya que los primeros días de vida de una persona dejan una impronta profunda en cómo se construyen el apego y los afectos. Es por ello que se ha demostrado a través de estudios clínicos que la depresión posparto puede generar alteraciones cognitivas y conductuales a largo plazo en las personas cuyas madres presentaron cuadros depresivos de este tipo. 

Consultar a un especialista en salud mental ante los primeros síntomas podría salvar la vida de la madre o su hijo, y ese rol de diagnóstico temprano la telepsiquiatría tiene mucho que contribuir.

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