Vivimos en una época donde estar ocupado parece un trofeo. Donde decir “no paro ni un segundo” se ve como un logro. Pero detrás de esa hiperactividad constante, muchas veces se esconde algo más profundo: ansiedad. La ansiedad no siempre aparece como ataques de pánico o miedo evidente. A veces se camufla de eficiencia, de metas, de multitarea. Y aunque parezca que todo va bien, por dentro la mente está saturada.
Hacer mucho no siempre es estar bien
Hay personas que no pueden quedarse quietas. Que apenas terminan una tarea ya están pensando en la siguiente. Que se llenan de compromisos, listas de cosas por hacer, proyectos y obligaciones. Desde fuera, parecen exitosas. Pero por dentro, viven en alerta. Esa urgencia constante no es ambición, es ansiedad disfrazada.
Cuando el hacer se vuelve una forma de evitar sentir, estamos cayendo en una trampa emocional. Porque mientras mantienes la mente ocupada, no piensas en lo que te duele. Pero tarde o temprano, eso pendiente te alcanza. Y llega la fatiga, la falta de concentración, la sensación de vacío, el insomnio, o incluso el colapso. No es flojera dejar espacios de descanso, es salud emocional.
Productividad no es lo mismo que paz mental
Estar activo no garantiza bienestar. De hecho, muchos de los que más logran también son quienes más sufren en silencio. Cuando la ansiedad está a los mandos, ninguna meta es suficiente, ningún logro da calma. Siempre parece que falta algo. Que hay que hacer más, rendir más, demostrar más. Esa carrera sin fin agota el cuerpo y agobia la mente.
Es importante detenerse y preguntarse: ¿Estoy haciendo esto porque lo disfruto, o porque no sé estar en silencio? ¿Estoy trabajando tanto porque lo elijo, o porque me da miedo parar y encontrarme conmigo mismo? Si estas preguntas te resuenan, es momento de escuchar tu interior. No tienes que hacerlo solo. En nuestro equipo de psicólogos, podemos ayudarte a recuperar el equilibrio entre hacer y ser. Agenda tu consulta y empecemos a trabajar en tu bienestar real.
Equipo Psiquiatras Online