Hay momentos en la vida en los que todo parece venirse abajo. Una pérdida, una ruptura, una crisis emocional, un diagnóstico, un cambio inesperado. De pronto, lo que parecía estable se vuelve frágil. Y la sensación es de caída libre, de no tener dónde sostenerse. En esos momentos, el silencio puede ser el peor compañero. Porque lo que no se dice, se convierte en peso.
Hablar, aunque cueste, puede marcar la diferencia entre seguir cayendo o empezar a recomponerte.
No estás exagerando, estás atravesando algo real
Cuando la vida se desordena, muchas personas minimizan lo que sienten. “Tengo que ser fuerte”, “hay gente peor”, “ya se me pasará”. Pero esas frases no consuelan, solo postergan el proceso de sanar. Lo que estás sintiendo merece un espacio. Merece ser nombrado, comprendido, escuchado.
Hablar no significa hundirte más. Significa empezar a entender. A soltar la presión. A dejar que alguien más te acompañe en el camino. Porque en soledad, todo pesa más. Y cuando compartes lo que sientes, lo que parecía imposible de sostener empieza a reorganizarse poco a poco.
El primer paso no es tener respuestas, es no quedarte solo
No necesitas tener todo claro para buscar ayuda. No tienes que estar “seguro” de qué te pasa para hablar con alguien. A veces basta con decir: “Ya no puedo más”. “Me siento perdido”. “Necesito que alguien me escuche sin juzgar”.
Eso también es un acto de amor propio. Porque cuando todo se derrumba, no necesitas más exigencias, necesitas contención. Y la terapia puede ser ese lugar donde no tienes que fingir. Donde puedes ser tú, con tus dudas, tus lágrimas, tu rabia, tu confusión.
No estás solo. Y no tienes por qué esperar a tocar fondo para empezar a reconstruirte. Estamos aquí para ayudarte a encontrar de nuevo ese punto de apoyo que hoy parece tan lejano.
Equipo Psiquiatras Online