De repente, el corazón se acelera, falta el aire, sientes que vas a perder el control o morir. Aunque parezca un infarto, es un ataque de pánico: una reacción del cuerpo cuando interpreta que está en peligro, aunque no haya una amenaza real. Los ataques de pánico son aterradores, pero es posible entenderlos y manejarlos y eso aprenderás aquí.
Cuando el cuerpo grita lo que la mente calla
Durante un ataque de pánico, el sistema nervioso entra en modo alarma, el corazón late rápido, la respiración se acelera, las manos tiemblan, el pecho se oprime. La ansiedad sostenida, el miedo o la tensión constante activan ese “botón de emergencia” sin motivo aparente.
En consulta, muchos pacientes dicen: “sentí que me moría, pero los exámenes salieron bien”. Esa es la señal más clara: tu cuerpo reacciona, aunque solo esté intentando liberar lo que no has podido expresar.
Qué hacer durante y después de un ataque de pánico
- Dite: “esto es un ataque de pánico, no me voy a morir”. Nombrarlo reduce la sensación de pérdida de control.
- Inhala profundo por la nariz y exhala lento por la boca, repite hasta que el cuerpo empiece a calmarse.
- Observa el entorno, cuenta los objetos que ves o siente tus pies en el suelo. Regresar al aquí y al ahora ayuda a salir del miedo.
- Un ataque de pánico es una señal, no un castigo. Pregúntate qué has estado reprimiendo o ignorando.
- La terapia te enseña a reconocer los detonantes, a prevenir los ataques de pánico y a entrenar tu cuerpo para volver a la calma antes de que escale la crisis.
Tu cuerpo te está pidiendo que lo escuches, aprende a oírlo con paciencia, y verás cómo el miedo se transforma en conocimiento de ti mismo.
Equipo Psiquiatras Online


