A veces no te das cuenta, pero vas por la vida con una mochila invisible llena de responsabilidades que no son tuyas. Cargas con la culpa de otros, con los problemas de tu familia, con la presión del trabajo, con expectativas que no decidiste asumir. Y lo haces en silencio, como si fuera normal. Como si no doliera. Pero sí duele. Agota. Y poco a poco, se convierte en un peso que te impide avanzar.
Hay una gran diferencia entre ayudar y cargarse a cuestas el mundo entero. No naciste para ser el sostén emocional de todos.
La sobrecarga emocional se vuelve rutina
Cuando vives en modo “rescatador”, es fácil olvidar tus propios límites. Te acostumbras a ser quien resuelve todo, quien se anticipa a los problemas, quien nunca dice que no. Pero esa sobrecarga, que al principio parece noble o necesaria, se va acumulando. Y terminas desconectado de ti mismo.
Las señales están ahí: cansancio constante, irritabilidad, llanto fácil, insomnio, sensación de soledad, incluso malestares físicos. Pero como estás tan enfocado en los demás, apenas y te das cuenta. Estás funcionando, sí, pero a costa de ti.
Aprender a poner límites no es egoísmo, es autocuidado. Dejar de cargar lo que no te corresponde no te hace una mala persona, te hace una persona consciente.
Soltar también es una forma de amar
El miedo a soltar esas cargas suele venir acompañado de culpa. Pensamos que si dejamos de estar para todos, nos volveremos egoístas, que los demás sufrirán, que algo malo pasará. Pero muchas veces, lo único que pasa es que por fin puedes respirar.
No estás solo. No tienes por qué hacerlo todo. Pedir ayuda también es una forma de valentía. En terapia, puedes aprender a diferenciar entre lo que es tuyo y lo que has venido cargando por costumbre, por obligación o por miedo. Puedes reaprender a vivir sin ese peso encima. Y sobre todo, puedes reencontrarte contigo, sin sentir que te estás fallando a ti ni a los demás.
Haz espacio para ti. Mereces vivir más ligero, más libre, más tú.
Equipo Psiquiatras Online