Hay un tipo de agotamiento que no se ve, no se puede medir con exámenes y que rara vez recibe la atención que merece: el cansancio emocional. No se trata solo de estar físicamente cansado, sino de una fatiga profunda, persistente y desconcertante. Es ese estado donde, aunque duermas, sigues sintiéndote vacío. Donde incluso las cosas que antes te gustaban ahora te resultan indiferentes. Donde te acostumbras a vivir en automático.
Lo más complejo de este tipo de agotamiento es que, al no tener señales visibles, suele ser justificado, minimizado o confundido con “pereza”, “flojera” o falta de carácter. Pero no es debilidad. Es una alarma que indica que estás emocionalmente sobrecargado, sosteniendo demasiado durante demasiado tiempo, sin espacio para ti.
Cuando sostener se vuelve sobrevivir
El cansancio emocional suele aparecer en personas que viven en modo contención constante. Aquellas que se hacen cargo de todo, que siempre están disponibles para otros, que no se permiten soltar. Padres, madres, cuidadores, líderes, profesionales vocacionales. Personas que han normalizado estar para todos, menos para sí mismas.
Afecta a quienes han vivido periodos prolongados de estrés, dolor o conflicto emocional. El cuerpo resiste, pero la mente empieza a pagar factura: irritabilidad, apatía, dificultad para concentrarse, sensación de no disfrutar nada, pensamientos de escape o desconexión afectiva. No es drama ni exageración: es agotamiento emocional.
El problema es que muchas veces la persona no lo nota o lo niega. Porque ha aprendido a justificarlo: “Es por el trabajo”, “Estoy así porque tengo muchas responsabilidades”, “Ya se me pasará”. Pero no se pasa solo. Se acumula. Y con el tiempo, puede convertirse en ansiedad, depresión o enfermedades psicosomáticas.
Cuidarte emocionalmente es urgente, no un lujo
Reconocer el cansancio emocional es el primer paso para poder atenderlo. No basta con dormir más o tomarse un fin de semana libre. Lo que se necesita es parar, mirar hacia adentro y darte el permiso de sentir. Preguntarte: ¿Qué parte de mí se está ignorando? ¿Qué necesito soltar? ¿Dónde estoy perdiendo energía?
El espacio terapéutico es vital para identificar las raíces del desgaste, replantear los hábitos de autoexigencia y construir nuevas formas de habitar tu vida. No estás solo. Y no deberías normalizar vivir agotado. Porque sostener todo, sin espacios para ti, no es admirable: es destructivo.
Si has sentido que nada te entusiasma, que estás ausente incluso en los momentos que deberían ser felices, es probable que tu alma esté pidiendo ayuda. Escucharla es un acto de valentía y amor propio.
Equipo Psiquiatras Online